miércoles, 5 de agosto de 2009

Chávez y "Alfonso Cano"

José Obdulio Gaviria

El Tiempo, Bogotá

Agosto 5 de 2009

¿El presidente Chávez hará un alto en el camino? ¿Permitirá que sobreviva en Venezuela el régimen de libre empresa, respetará las libertades públicas y, sobre todo, no se meterá con los colombianos y con sus demás vecinos? ¡Olvidémonos!, ¡perdamos toda esperanza! Chávez va camino del estatismo absoluto, del totalitarismo y del expansionismo político. Ese es su proyecto.

Alberto Garrido, intelectual argentino-venezolano, militante de la izquierda, es la fuente más certera para estudiar la personalidad política del chavismo. En sus enjundiosos escritos, particularmente en el libro Chávez con uniforme, entrega datos asombrosos, con los que podemos hacer esta composición de lugar: 1) Venezuela y Colombia vivieron en los 50, paralelamente, un proceso de retorno a la democracia, luego de sufrir una larga dictadura Venezuela (de casi un siglo) y una muy corta Colombia. 2) Los partidos comunistas de ambos países no le jalaron a la democracia, sino que declararon la guerra contra los gobiernos constitucionales de Rómulo Betancur y Alberto Lleras. 3) Ambos partidos comunistas (venezolano y colombiano) fundaron y dirigieron organizaciones guerrilleras, embriones, según ellos, de sendos ejércitos del pueblo para la toma violenta del poder. 4) Ambos partidos delegaron a sus cuadros más esclarecidos (traducir: fanáticos) para actuar como comisarios políticos de esas guerrillas, lo que les garantizaba la vigencia de una ortodoxia marxista y antinorteamericana. Douglas Bravo fue el Comisario venezolano -lo acompañaron en las filas dirigentes importantes de hoy, como Teodoro Petkoff y Alí Rodríguez, que es el actual ministro de economía de Chávez-; 'Jacobo Arenas' fue el Comisario del Partido Comunista para las Farc -lo secundaron hombres como Jaime Bateman-. Digamos que 1964 es el año crucial en la concreción de la estrategia descrita. 5) En Perú, la tendencia más radical del Partido Comunista -Bandera Roja-, dirigida por Abimael Guzmán, emprendió también una guerra a muerte contra el gobierno y el pueblo de ese país. 6) La izquierda mundial, con escasas y honrosas excepciones, calificó esa estrategia belicosa como justa y heroica. Los guerrilleros fueron descritos como gente casi digna de adoración, lo que dio cobertura política mundial a esa "lucha armada" latinoamericana.

Tres guerrillas, pues, encarnaron un proyecto marxista fundamentalista en estos países bolivarianos. Cuando ya ha pasado tanto tiempo, los tres casos debieran ser historia, pero no, sigue vivo su efecto mortífero y corruptor. Sendero está desvertebrado. Abimael, a sus 77 años, rumia su locura, solitario, en la cárcel más segura del mundo, pero ahí sigue delinquiendo un tal 'Feliciano'. En las Farc el trono de 'Jacobo Arenas' -quien, si viviera, tendría 85 años-, lo ocupa otro fanático tipo Abimael, apodado 'Alfonso Cano'. No es probable que Perú y Colombia lleguen a ser gobernadas nunca por sus partidos comunistas a través de esos dos engendros militaristas. Pero, paradójicamente, el proyecto político más débil de los tres, el venezolano de Douglas Bravo y su Partido de la Revolución, sí accedió al poder. Hoy está imponiéndole a Venezuela su programa político con puño de hierro (aunque, aclaro, Bravo fue purgado por sus secuaces, quienes lo tratan ahora como a un viejito cacreco).

Alberto Garrido nos demuestra, con datos comprobados, que a finales de los años setenta, el camarada Douglas, derrotado militarmente en Venezuela, decidió orientar su esfuerzo hacia la toma lenta y paciente de las fuerzas militares. Fue una verdadera guerra prolongada. Chávez y sus compañeros del golpe de 1992 eran sus prosélitos. El propio Chávez se ha burlado de sus superiores por la falta de malicia y la irresponsabilidad con la que trataron su complot. Eso permitió a su movimiento de extrema marxista llegar hasta donde llegó. Por todo eso, al leer a Garrido uno comprende que el brazo de Chávez sólo descansará cuando instale a 'Alfonso Cano' en el gobierno de la Nueva Granada, que, aspira, sea el próximo de sus virreinatos.

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