Por Carlos Caballero Argáez
El Tiempo, Bogotá
Agosto 1 de 2009
Las condiciones cambiantes de la economía mundial y de la colombiana -la volatilidad y la incertidumbre- hacen difícil cualquier análisis con respecto al futuro inmediato y, todavía más, al de más largo alcance del país.
Por fortuna, va siendo claro que se logró evitar una crisis económica mundial del estilo de la de 1929-1932. Aparentemente, las economías están en camino de "tocar fondo", incluyendo la colombiana. Pero es imposible proyectar la forma que tendrá la recuperación. Aunque todo indica que, después de la contracción que tendrá lugar este año, en el próximo tendríamos una ligera expansión y en los primeros años de la nueva década un crecimiento raquítico, de entre 3,0 y 4,0 por ciento anual. Eso, si bien nos va y si se maneja acertadamente la política macroeconómica.
Las consecuencias de una trayectoria de esta naturaleza son obvias: el desempleo, que ya se ubica en niveles del 12 por ciento, tenderá a elevarse. Y el problema social -de por sí grave y afectado por el desplazamiento y la reinserción-, a agudizarse. El consumo de los hogares se ha resentido fuertemente por el desempleo y el temor a gastar. Mientras el horizonte no se aclare, en especial las expectativas de crecimiento, el motor de la economía no acelerará.
Así lo intuyeron correctamente los empresarios al inicio del año, por lo cual las importaciones de materias primas e insumos para la producción cayeron 28 por ciento en los primeros cinco meses del 2009, con respecto al nivel alcanzado en el mismo período del 2008; de esta manera, se compensó en muy buena parte la reducción de las exportaciones. A fines de marzo, el déficit de la cuenta corriente de la balanza de pagos se había contenido. A estas alturas del año, la balanza comercial del país, que se preveía fuertemente negativa, debe ser ya positiva. El ajuste, pues, corrió a cargo de las empresas privadas, en particular de la producción y el empleo de la industria manufacturera. La inversión, por su parte, se frenó, como lo atestiguan las menores importaciones de maquinaria y equipo.
Ahora bien, la revaluación del peso ha llamado la atención por su virulencia. Pero si se tienen en cuenta la contracción de las importaciones, los altos precios del café, la estabilidad de los precios del petróleo y del carbón alrededor de sus niveles actuales -que no son 'malos'-, así como las entradas de capital que se registran, originadas en
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La preocupación de fondo es la de una economía con alto desempleo, revaluación y bajo crecimiento. Una combinación explosiva tanto social como políticamente, que será la que reciba el próximo gobierno. Y que es bueno prever desde ya, para estudiar y discutir seriamente la manera de hacerle frente tanto a corto como a mediano plazo. Porque los tres elementos, el desempleo, el peso fuerte y el crecimiento lento, pueden ser tendencias de largo plazo.
La economía colombiana no es competitiva internacionalmente, no hay una industria manufacturera fuerte, sino, más bien, un proceso de desindustrialización y gradualmente nos vamos convirtiendo en un país exportador de café, petróleo, carbón y productos de la minería. No nos digamos mentiras, sabemos exportar a los mercados naturales, que son los de Venezuela y Ecuador. Y pare de contar.
Anticiparse al futuro y evitar unos males que empeorarían con el paso de los días es el gran desafío para los economistas y para los líderes políticos colombianos. Sobre todo ahora que ambos necesitan recuperar su prestigio.
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