Editorial
El País, Cali
Agosto 7 de 2009
La liberación de las dos periodistas estadounidenses por el ex presidente Bill Clinton, parece despertar en su país las esperanzas por una negociación que lleve a eliminar la pesadilla de su capacidad para producir la bomba atómica. No obstante, las circunstancias en las cuales se produjo esa liberación sólo llevan a aumentar el misterio que rodea al régimen de Kim Jong-Il.
Conocidas por su audacia al realizar reportajes por todo el mundo, las periodistas Laura Ling y Euna Lee fueron detenidas el pasado 17 de marzo y condenadas a 12 años de trabajos forzados, por cruzar de manera ilegal la frontera entre China y Corea del Norte. En ese momento estaban realizando un trabajo para un canal de televisión en el cual tiene intereses Al Gore, vicepresidente en la época del señor Clinton. Se refería a la ruta por la cual se trafica con mujeres coreanas, que luego son vendidas para las organizaciones dedicadas a la prostitución.
Ante la manera de actuar del régimen norcoreano y los desarrollos que ha tenido el proceso que lidera los Estados Unidos para detener el desarrollo de su tecnología para producir armas nucleares, eran muy pesimistas los pronósticos sobre la suerte que correrían las dos reporteras. Pero sucedió lo inesperado y en una sucesión de hechos que empezaron con contactos en Nueva York y culminaron con la foto de Clinton y Kim Jong-Il en Pyonjang, el milagro de su libertad se produjo.
Después de ello, un sector de la opinión estadounidense se atrevió a sugerir que algo estaba pasando en el férreo régimen, ya fuera causado por el endurecimiento de las medidas adoptadas por la comunidad internacional, porque existe interés del dictador en mejorar sus relaciones de los Estados Unidos, o porque su estado de salud le lleva a buscar alternativas que impidan el baño de sangre que puede desatarse con su muerte. Cambio es la palabra más usada en estos días para tratar de explicar el gesto de permitir la entrada de un ex presidente de los Estados Unidos al país calificado como parte del eje del mal por su sucesor.
Sin embargo, otros sectores no opinan lo mismo. Como Nicholas D. Kristoff, columnista del New York Times y especialista en temas internacionales. Según su análisis, nada ha cambiado. Y nada cambiará mientras Estados Unidos no cumpla la exigencia de reconocer a Corea del Norte como potencia nuclear y entable diálogos en plan de igualdad y sin intermediarios. Por el contrario, su apoyo al régimen de Myanmar, antigua Birmania, suministrándole un reactor atómico, tecnología y materiales nucleares, hacen pensar que sus intereses son otros.
Así las cosas, Corea del Norte es hoy por hoy el enigma más grande de la comunidad internacional, que ni siquiera los gobiernos de Estados Unidos, dotados de las más sofisticadas técnicas de información, han podido descifrar. Un misterio lleno de peligros y dirigido por un régimen aún más indescifrable, que amenaza la paz mundial mientras libera a dos periodistas y hace imposible conseguir un acuerdo que desactive su potencial capacidad de destrucción.
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