Por Edmundo López Gómez
El Nuevo Siglo, Bogotá
Agosto 7 de 2009
Escribo este comentario el día que el presidente Uribe inicia su gira por los países de nuestro continente para explicar a sus respectivos gobiernos los alcances del acuerdo militar con E.U. y, seguramente, para enterarlos de otros aspectos que tienen que ver con las cada día más deterioradas relaciones con Venezuela y Ecuador, situación que merece ser tratada de manera directa con los mandatarios suramericanos para que éstos dispongan de información suficiente, antes de que sea considerada en la Cumbre de Unasur que se celebrará en Quito.
Pienso que el presidente Uribe explicará que lejos de considerarse como un desaire la no asistencia de Colombia a la mencionada Cumbre, debe apreciarse como gesto de sensatez de su parte, pues las agresiones que podrían repetirse en el seno de la cumbre, ahondarían la naturaleza del conflicto, el cual, sin lugar a dudas, sería aupado en ese escenario por el presidente de Venezuela, el deschavetado coronel Chávez.
Miradas dentro de esa enfoque, las explicaciones a los requerimientos hechos por los presidentes de Brasil y Chile, sobre el acceso de militares gringos a bases colombianas, serían mejor recibidas en los encuentros que tendrá el presidente Uribe con sus colegas dentro del marco de los principios de soberanía y de libre determinación de los pueblos; principios que precisamente hay que proteger de aquellos gobernantes comprometidos con apoyos a grupos subversivos que buscan la desestabilización, por las armas, de nuestras instituciones democráticas.
Por ello, la decisión del presidente Uribe de no asistir a Unasur, no se debe apreciar con ligereza por la oposición, con la excepción del presidente Gaviria quien por fin ha guardado distancia con algunos de sus socios políticos.
La carrera armamentista emprendida por Venezuela, y la creciente proclividad del gobierno de Chávez y de Correa hacia las Farc, debe ser entendida en sus verdaderas dimensiones, y no restarle trascendencia contra nuestro país, adoptando posturas sectarias como la de algunos comentaristas, y de ciertos precandidatos presidenciales con afanes electorales, quienes creen que podrían salir del foso de las encuestas asumiendo esa actitud.
Si se mira con objetividad el acceso a las bases colombianas de fuerzas y tecnología gringas, esta concesión no significa renunciamientos a nuestra soberanía, como lo ha explicado el general Padilla de León, y, en cambio, debemos tener en cuenta, que por razón de ese Acuerdo, hoy Colombia goza de un poder disuasivo que no teníamos ayer frente a Venezuela, como para evitar, por ejemplo, que en una decisión temeraria Chávez ordene a sus ejércitos darle un zarpazo a La Guajira; y ante este previsible hecho y acaso para que la guerra no se extendiera, resignarnos eventualmente a esperar que el Consejo de Seguridad de la ONU nos devolviera ese querido territorio de nuestra patria…
Estábamos expuestos a eso hasta ayer, y tal hipótesis no era un simple cuento de ciencia-ficción. Hoy podemos estar más tranquilos. Confiemos en que con el poder disuasivo adquirido se fortalezca la seguridad democrática en relación con nuestros dos peligrosos vecinos.
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