El Espectador, Bogotá
Agosto 2 de 2009
EN LAS ÚLTIMAS SEMANAS HA QUEdado al descubierto la estrecha relación existente entre los gobiernos de Quito y Caracas con las Farc.
Los críticos de Uribe salen a pedir un manejo diplomático de estos dos problemas. ¡Qué ingenuos! A nuestra diplomacia no se le pueden pedir milagros. Nadie maneja las relaciones con dos países que prefieren la derrota militar de la democracia colombiana. Correa y Chávez han personalizado la relación y utilizan a Colombia para desviar la atención de sus graves problemas internos. Ecuador está otra vez quebrado y familiares cercanos a Correa han sido acusados de corrupción. Venezuela ha destruido su capacidad productiva, no tiene inversión y su modelo económico es insostenible. Si sus políticas económicas fuesen tan exitosas como ellos claman, no estarían quejándose del crecimiento de las exportaciones colombianas. Por eso los dos, de manera concertada, han decidido restringir el comercio con Colombia.
A pesar de la abierta hostilidad de nuestros dos vecinos, Uribe ha sido paciente y prudente. Ha intentado proteger nuestros intereses frente a dos personajes inestables y abiertamente enemigos de nuestro país, como lo demuestran los hechos de sus gobiernos y las evidencias que son hoy de conocimiento de la opinión internacional. La serenidad de Uribe, su aguante y temple son admirables, pues no son parte de su carácter. Así no les guste a sus opositores, Uribe no ha perdido de vista las prioridades estratégicas de Colombia.
Frente a estos ataques concertados hay que cerrar filas. Ni la oposición ni el sector privado nacional pueden caer en la tentación de anteponer sus estrategias políticas o comerciales al interés de defendernos frente a los ataques de quienes quieren debilitarnos.
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