sábado, 1 de agosto de 2009

Una inaceptable intromisión

Editorial

El Mundo, Medellín

Julio 31 de 2009

¿A título de qué vamos a aceptar que las relaciones de Colombia con EEUU se debatan en esos dos engendros del chavismo?

El coronel Chávez arremete contra Colombia anunciando la congelación de relaciones y el retiro del embajador en Bogotá y amenazando con romperlas del todo y con expropiar las empresas colombianas. Por toda respuesta ante la agresión y el derroche de patanería bufonesca e insultante del mandatario venezolano, el Gobierno colombiano expidió un comunicado en tono menor, fechado el miércoles 29 de julio, en Guanacaste, Costa Rica, donde el presidente Uribe asistía a la Cumbre de Tuxtla.

El gobierno reitera que en octubre de 2008, la Fuerza Pública incautó tres lanzacohetes en un campamento de las Farc; que el Gobierno sueco confirmó que ese material fue fabricado en Suecia y vendido a Venezuela en 1988; que Suecia pidió explicaciones a Venezuela; que el 2 de junio pasado el canciller Bermúdez entregó al canciller Maduro, durante una reunión reservada, en San Pedro de Sula, Honduras, un documento en el cual se evidencia la posesión de esos lanzacohetes por narcoterroristas de las Farc, los cuales hacían parte del lote vendido por el Gobierno de Suecia al Gobierno de Venezuela en 1988 y que en esa misma reunión, Bermúdez entregó información documental, en la cual dos cabecillas de ese grupo mencionan la colaboración por parte de tres altos funcionarios del Gobierno venezolano en la entrega de lanzacohetes de características similares a los que posteriormente fueron incautados por la Fuerza Pública colombiana en La Macarena. Advierte que “Colombia entregó dicha información de manera discreta con el propósito de obtener una aclaración por parte de Venezuela”, pero “a la fecha, Venezuela no ha dado respuesta alguna, no obstante nuestra permanente y reiterada disposición de diálogo”.

¡Claro que sí hubo respuesta! La respuesta fue evadir la responsabilidad e invertir la carga de la prueba para hacer aparecer a Colombia como la agresora y a Venezuela como la víctima. Una evasiva e insultante reacción de Chávez que cualquier otro gobierno, que no tuviera al mando esa política diplomática de bajo perfil, timorata y acobardada, habría respondido en los términos que ameritan la soberanía del país, el sitial de respeto que se ha ganado en el contexto de las naciones y la dignidad de nuestras instituciones. Y como ya nos “midieron el aceite” y nos tienen por pusilánimes, ayer nos doblaron la dosis con un comunicado farragoso y cargado de insultos, en el que acusan al gobierno Uribe de “irresponsable”; descalifican el comunicado de Colombia como “la ilustración de la hipocresía”; revuelven artificiosamente peras con manzanas al hablar de que con el tema de los lanzacohetes, las autoridades colombianas “quieren justificar la instalación en su territorio de hasta cinco bases militares de la principal potencia bélica mundial”, para llegar a la absurda conclusión de que “la Colombia de hoy, ocupada militarmente y regentada por una élite belicista, se ha constituido en un peligro latente para la región entera”.

Ante todo eso, como si el país estuviera invadido del mismo síndrome del apaciguamiento, los dirigentes políticos y empresariales, los grandes medios de comunicación, los analistas y editorialistas, con algunas excepciones, elogian la actitud de la cancillería colombiana, convocan al “pragmatismo” para no afectar las relaciones comerciales, y las palabras que más se usan como “consejo” para enfrentar la crisis son “mesura”, “cordura”, “sindéresis”, mientras hace carrera la propuesta mamerta de pedir la mediación de Brasil y de llevar el tema del acuerdo de cooperación militar con EEUU para que sea debatido en la cumbre de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), que se celebrará en Quito el 10 de agosto, y su Consejo Sudamericano de Defensa.

¿A título de qué vamos a aceptar que las relaciones de Colombia con EEUU se debatan en esos dos engendros del chavismo y de la izquierda latinoamericana? Por otra parte, Brasil se descalificó a sí mismo como posible mediador, pues, al decir del canciller Celso Amorim, “si hay una preocupación (en Venezuela) con relación al nuevo acuerdo militar (entre Bogotá y Washington), será bueno que Colombia diga transparentemente de qué se trata”. Nuestra relación con el Brasil ha sido inmejorable, pero se le fue la mano al canciller Amorín en su implicación de que a Colombia le falta transparencia en el manejo de sus relaciones con EEUU. Por lo demás, ¿por qué tiene que censurarle el mundo y mucho menos el Brasil a Colombia que haya suplido esa falla en la colaboración ecuatoriana en el combate contra el narcotráfico cuando decidió arrojar a los gringos de la base de Manta? ¿Y, en términos generales, por qué tiene Brasil que asumir el papel de calificador de la política exterior de Colombia?

Nosotros creemos que la Cancillería colombiana debe protestar enérgicamente ante el Gobierno del Brasil por su atrevida intervención en nuestra política interna y las capciosas declaraciones de su Presidente: “... a mí no me agrada nada una base estadounidense en la región, pero así como no quiero que Uribe se entrometa en mi Gobierno, prefiero no dar opiniones en las decisiones de Uribe”. Y manifestar en forma categórica que Colombia no concurriría a una encerrona a la que se pretende convocarla para que responda como reo por lo que hace en ejercicio de su soberanía.

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