viernes, 12 de junio de 2009

Artesanos de la paz

Por General (r) Henry Medina

El Colombiano, Medellín

Junio 12 de 2009

Hace un par de semanas se realizó en Medellín el Congreso Internacional de Víctimas. Fue una excepcional ocasión para pensar en la inhumanidad de la humanidad, en la violencia que no es patrimonio único de Colombia y de los compromisos que debemos construir para salir del laberinto en que hemos vivido. Del gran número de noticias y testimonios uno de ellos me impresionó, el de Yolande Mukagasana, sobreviviente del genocidio de Ruanda. Sin duda, una mujer valiente, amante de su patria, comprometida con la justicia y con la paz. Una artesana de la paz. Una mujer, como tantas en Colombia, que se declaran muertas en vida. La violencia les ennegreció el pasado y el futuro, pero les iluminó el espíritu.

Casi en paralelo, se realizó en Bogotá el Congreso internacional sobre Riesgos, Seguridad y Defensa en el Siglo XXI, donde se habló de derechos y responsabilidades, de ética y de legitimidad institucional. De allí surgieron innumerables motivos de reflexión. Asistieron expertos de quince países convocados a dialogar sobre uno de los temas de mayor preocupación en el mundo de hoy, el de la seguridad, en un sentido más amplio del que estamos acostumbrados a percibir.

Uno de los invitados fue Pierre Calame, director de la Fundación para el Progreso de la Humanidad que lidera el proceso de construcción comunitaria de la "Carta de las Responsabilidades Humanas" y autor de la propuesta de una "Alianza de Artesanos por la Paz". Sus opiniones sobre los procesos que viven las sociedades en la transición de la guerra a la paz valen la pena ser tenidas en cuenta por nosotros, los colombianos, partiendo de su definición del Arte de la Paz, como el arte de administrar las transiciones.

Eso que con tanto anhelo denominamos posconflicto es precisamente la transición para la cual debemos comenzar a prepararnos. De los estudios de Pierre Calame podemos sacar algunas conclusiones:

Es imperativo incrementar la legitimidad de las instituciones y de las personas que las hacen funcionar. Dentro de este proceso debemos aprender a ponernos de acuerdo, más allá de las leyes y de las reglas formales, sobre nuestra idea de Bien Común y cómo administrarlo. La ausencia de legitimidad está en el corazón de las causas de la violencia.

También debemos buscar el equilibrio entre derecho y responsabilidad, como la base de la ciudadanía. Al respecto, resulta muy constructivo el análisis y discusión de la carta de responsabilidades humanas en proceso de construcción por todas las sociedades del mundo.

La transición de la guerra a la paz implica la evolución de las instituciones y la conversión de una economía de guerra hacia una economía de paz. La reconversión de las instituciones de la guerra a la paz es entonces una cuestión primordial y un compromiso de todos. Las competencias y la pertinencia de cada una de ellas deben ser revisadas en detalle.

No menos importante resulta la cooperación entre actores. Aunque difícil, es necesario darle vigencia a la idea de un interés común superior a los intereses particulares. Hemos vivido dentro de una cultura política fundamentada en la competencia y en la no cooperación y debemos hacer camino hacia la búsqueda de la complementariedad.

Igualmente, debemos aprender a categorizar los niveles de la territorialidad y articular sus diferentes escalas, desde lo municipal hasta lo internacional, pasando por lo departamental, lo regional y lo nacional. Ningún problema puede ser resuelto en un solo nivel y es papel de la política obtener la cooperación de las diferentes escalas.

De lo anterior, podemos deducir que no es suficiente ganar la guerra para lograr la paz. ¿Entonces, en el esfuerzo colectivo de construir la paz justa y duradera, cuántos artesanos se deben educar?

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