Por Carlos Tello Guinand
El País, Cali
Junio 05 de 2009
Me parece un poco apresurado que Venezuela, Ecuador, Nicaragua y otros admiradores del régimen militar cubano asuman con tanto triunfalismo la decisión de las 34 naciones que integran la Organización de los Estados Americanos (OEA) de levantar la suspensión que desde 1962 excluía a Cuba de su organismo. El camino es culebrero, como decía Pacho Galán, pues por ahora el hecho no pasa de ser un lógico reajuste histórico.
No podemos desconocer, como han pretendido algunos medios, que Estados Unidos forzó la exclusión de la isla argumentando que el Gobierno comunista de Castro no era compatible con los valores democráticos de la OEA, pese a que en aquel entonces contaba entre sus integrantes con países gobernados por dictaduras derechistas, como Paraguay. Tampoco podemos ignorar que todas las naciones del continente, exceptuando Estados Unidos, mantienen relaciones diplomáticas con Cuba. Pero debemos tener en cuenta que Barack Obama afirmó el 23 de mayo del 2008, cuando aún era candidato, que jamás comprometería la causa de la libertad en la isla y que eso implica que la OEA le exigirá a la dictadura que respete las cláusulas de democracia de la organización para que Cuba pueda reintegrarse. O sea, el proceso para invitarlos a hacer parte del grupo de estados americanos implica que la isla se acoja a la Carta Democrática que exige que los Estados miembros respeten los derechos humanos, realicen elecciones libres y justas periódicamente y tengan un sistema pluralista de partidos políticos.
Sin embargo, Cuba ha demostrado reiteradamente a través de su presidente, Raúl Castro, y su hermano Fidel, que no permitirán partidos políticos, elecciones libres, ni libertad de expresión. Es más, para protegerse de presiones internacionales ha dicho que no quiere regresar a un organismo con una historia sombría, entreguista y una marioneta de la hegemonía gringa, una respuesta tan anacrónica como típica de un régimen que aún se niega permitir el libre acceso del pueblo cubano a Internet o admitirles que se afilien a sindicatos y partidos políticos independientes..
Así las cosas, la resolución de Asamblea General de la Organización de los Estados Americanos es un acto simbólico que pone sobre la mesa un tema que deberá ser ampliamente discutido. Pero ese símbolo muestra una política de la administración Obama más abierta que la de sus antecesores y un régimen comunista que todavía ve a la OEA como un fantasma que ha consentido la entrada a Latinoamérica del neoliberalismo, el tráfico de estupefacientes, las bases militares extranjeras y la debacle económica.
Contrario a todos los pronósticos de hace algunos años, hoy la política exterior estadounidense frente a este tema se ha flexibilizado, mientras que los cubanos siguen hundiéndose, pese a su cambio de líder, una postura retrógrada que terminará por aislarlos aún más si desaprovechan esta oportunidad de darle un viraje a su rancia situación. Pero si toman el ofrecimiento será necesario que el gobierno de Obama prepare una gran embestida diplomática para forzar a la dictadura y sus aliados de la Alaba a permitir las libertades esenciales que hace años todos esperamos para nuestros hermanos cubanos.
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