lunes, 1 de junio de 2009

El suicidio asistido del Polo

Por Maurico Vargas

El Tiempo, Bogotá

Junio 1 de 2009

 

Carlos Gaviria y su cuerda radical están a punto de convertir el Polo Democrático en un enfermo terminal.

En 1997, cuando era un distinguido magistrado de la Corte Constitucional, Carlos Gaviria sacó adelante una ponencia que convirtió a Colombia en uno de los países más avanzados en materia de eutanasia, el derecho que tienen los enfermos terminales, o, en su defecto, sus familias, a dar por terminada una vida que ha dejado de ser digna. Fue una postura audaz que convenció a la mayoría de sus colegas y al público y que, aunque no ha sido desarrollada por la ley, sentó un precedente moderno y significativo.

 

Las ironías de la vida han puesto ahora a Carlos Gaviria al frente de un enfermo grave, el Polo Democrático, el primer partido de la izquierda política en la historia del país que ganó la Alcaldía de Bogotá -y no una, sino dos veces- y que ocupó el segundo lugar en unas elecciones presidenciales, justamente con Gaviria como candidato. Hace apenas dos años, todo indicaba que el Polo iba a desplazar de manera definitiva al Partido Liberal y que el país tendría, al mejor estilo europeo, una coalición de derecha, liderada por Álvaro Uribe y sus herederos, y una de izquierda, encabezada por los polistas. El auge del Polo era una buena noticia para la democracia, que, de ese modo, se hacía más completa y amplia. Pero, ahora, el liberalismo ha tomado un segundo aire mientras el Polo apenas respira.

 

¿Qué males lo aquejan? Para empezar, que una agrupación llamada a dejar atrás los vicios de la vieja izquierda recalcitrante y ortodoxa cayó en ellos. En vez de consolidarse como un polo de atracción para sectores inspirados en el socialismo moderno de Felipe González en España, o en el del brasileño Lula da Silva, se dejó atrapar por los viejos comunistas, los que creen en la dictadura del proletariado y la lucha armada. No hay que olvidar el trabajo que le cuesta al Polo condenar el terrorismo de las Farc. El motivo es simple: en su seno, y en posición de poder, está el Partido Comunista, que aún defiende la combinación de las formas de lucha, la tesis de que hay que hacer la guerra al mismo tiempo que buscar los votos.

 

Un segundo mal es la vanidad. Enemigo de la reelección de Uribe, Carlos Gaviria no lo es de hacerse él mismo reelegir como candidato y jefe de su partido. Los argumentos con que la semana pasada se defendió de estas críticas en una entrevista radial son dignos del propio Uribe, o del López Michelsen que falló en su reelección en 1982. Dijo Gaviria que él no quería ser candidato, pero que su gente se lo pedía y que él aceptaba por "responsabilidad con la colectividad". Tan resignado el profesor Gaviria: él, que tanto ha reivindicado el derecho a morir dignamente, no piensa que tiene el derecho a retirarse dignamente.

 

El tercer mal es el clientelismo, que se tomó al Polo como a cualquier partido tradicional o del uribismo. El caso de la secretaria de Gobierno de Bogotá, Clara López, que defiende la contratación de una larga lista de amigos suyos y de su esposo porque dizque son las personas idóneas y "uno gobierna con los amigos", es apenas una muestra de la forma como una colectividad que estaba obligada a renovar las costumbres políticas ha renovado, en cambio, la fe en el intercambio de puestos y contratos por votos.

 

Esa es la verdadera razón por la cual Lucho Garzón, la figura más popular de la izquierda, se retira del Polo: porque sabe que ni él ni sus amigos controlan burocracia ni adjudican contratos y que, en esa medida, en una consulta contra Gaviria, cuyos amigos sí lo hacen, el ex alcalde de Bogotá está derrotado de antemano. Con la salida de Garzón y, por ese camino equivocado, el enfermo grave que ya es el Polo puede convertirse en terminal. No vaya a ser que un día al profesor Carlos Gaviria le toque aplicar su fallo de 1997 y desconectar a su partido del respirador artificial.

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