El Mundo, Medellín
Junio 1 de 2009
Habida cuenta de que la principal razón que convoca el esfuerzo colombo-estadounidense de fortalecer una base militar con alcance continental es la lucha contra el narcoterrorismo, nos reafirmamos en nuestra invitación a construir una base naval colombiana en la desembocadura del río Mataje, desde la cual, y en virtud de un convenio que garantizará la salvaguardia de la soberanía nacional y bajo el mando de las Fuerzas Armadas colombianas, se podrán desarrollar acciones contra el narcoterrorismo esencialmente con equipo y armamento norteamericano y personal de las dos fuerzas. Razones de conveniencia, operatividad y funcionalidad, nos confirman en una iniciativa necesaria para el combate al enemigo común de los pueblos americanos, como lo puso en evidencia el presidente Calderón durante el Congreso de Víctimas del Terrorismo que se cumplió en Medellín.
La construcción de una base antinarcóticos con alcance continental y sede sobre el Océano Pacífico en la estratégica Bahía de Sardinas significaría apoyo substancial al esfuerzo que hoy realizan muchos países en el combate al narcotráfico y los distintos grupúsculos criminales que subsisten a su amparo: la guerrilla, los restos del paramilitarismo y las bandas criminales de toda laya. Para el sur de Nariño, el Putumayo, el norte de Ecuador e inclusive el Perú, que son las regiones sudamericanas más afectadas por esos crímenes, representaría una oportunidad salvadora para combatir los delitos que los han asolado y contra los que luchan con empeño pero sin éxito, y para los países de tránsito en Centroamérica y México, implicaría la esperanza de dar mayor alcance a la lucha y tener más control sobre las aguas por las que circulan buena parte de sus problemas.
A favor de una base en la desembocadura del río Mataje es definitivo el hecho de que sea naval, con posibilidades de servir a las fuerzas aéreas de Colombia y Estados Unidos. Y es que la versatilidad operativa de las marinas impone que se les considere como las más completas en la lucha contra el narcoterrorismo, toda vez que así como cuentan con la capacidad suficiente para grandes empeños, tienen también los medios convenientes para capturar los pequeños navíos y sumergibles en los que se está haciendo la mayor parte del despacho de droga. No en vano la mayor parte de los decomisos se vienen haciendo por las fuerzas navales de los países comprometidos en esta lucha y gracias a los acuerdos de interceptación naval.
En aras del fortalecimiento de las buenas relaciones colombo-estadounidenses y de la búsqueda de acciones que hagan cada vez más eficientes los esfuerzos en pro de la unidad de los países americanos, un acuerdo de operaciones conjuntas de una base con impacto sobre el Pacífico representaría la posibilidad de establecer nuevos convenios de cooperación en campos hasta ahora poco explorados y con amplias posibilidades al futuro.
Dadas, pues, las razones que hacen evidente la importancia de tener una base naval con influencia en el Océano Pacífico, no entendemos el sigilo con que, por lo menos en el gobierno colombiano, se discute un tema que debería ser tratado abiertamente, pues con él no se está poniendo en juego valores fundamentales de la democracia como la seguridad o la soberanía nacional y sí se está contribuyendo a hacer más eficiente la lucha contra un enemigo común. En vez de convocar el respaldo que estamos casi seguros recibiría el proyecto, el silencio favorece el sensacionalismo de algunos medios de comunicación amigos de agravar esta clase de anuncios, la especulación de aficionados a la política y la maledicencia, que de todas maneras no faltará entre extremistas que ven amenazados sus particulares intereses y mamertos que no desperdician oportunidad para sacar a relucir su trasnochado antiimperialismo.
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