Por Carlos Martínez Simahan
El Nuevo Siglo
Junio 13 de 2009
De las conferencias y de la presentación de proyectos exitosos (Ramii Bora en Kenia, Fondasyon Kole en Haití, etc.) surge la preocupación por lo limitado de sus alcances. Aunque son ejemplos admirables de apostolado no registran frente a las inmensas cifras de la miseria. Se hace indispensable romper las reglas de las microfinanzas, pues si bien “las instituciones microfinancieras fueron establecidas para reducir la pobreza, muchas de ellas están empezando a verse como instituciones financieras tradicionales”.
En la Cumbre se destacaron dos proyectos o, mejor, dos realidades ejemplares: El Grameen Bank, en Bangladesh y la Banca de las Oportunidades, en Colombia. El sistema Yunus se ha extendido a todos los continentes para malestar de los neoliberales. Como he relatado antes, una conversación con Yunus en Rimini, fue el origen de lo que hoy es la B. de O., que, por cierto, presenta cifras sorprendentes: 1.190.959 microempresarios que han accedido al crédito por primera vez; 3.958.902 créditos por 12.1 billones de pesos; 5.085 corresponsales no bancarios, 245 municipios que por primera vez tienen entidades financieras, sólo restan en el país 64. Todo esto en menos de 3 años.
Ahora bien, aquí la bancarización se ha convertido en un fin en sí misma porque el modelo aplicado, de un capitalismo inclusivo, busca el acceso masivo al sistema financiero lo que se convierte en un buen negocio para los bancos. En Colombia estamos frente a la paradoja de que los bancos ganan más mientras menos plata prestan. El 41% de los pobres rehúsa el sistema bancario, porque saben que su plata desaparece entre cuotas de manejo y cobros por consultas de saldo, y pocos conocen que deben marcar sus cuentas para tener beneficios tributarios.
Las cifras sobre bancarización obedecen en parte a una recuperación de la clientela del 98, estratos 3 y 4, a la exigencia del Gobierno de entregar subsidios a través del sistema financiero y a que la cobertura se ha subsidiado. A esto se agrega que el aumento del microcrédito no equivale a una lucha automática contra la pobreza. Si así fuese, cuarenta años con políticas activas de microcrédito hubiesen reducido al mínimo nuestras cifras de vulnerabilidad y marginalidad.
La mayoría de los cinco mil CNB han sido destinados a captación y no a colocación de créditos, como lo denunció Uribe en la Cumbre. Los US$ 3.500.000 en microcréditos están garantizados por los usuarios o por el Gobierno. Entonces, ¿los bancos cuándo van a prestarles a los emprendedores? Actualmente las colocaciones son sobre créditos garantizados por ingresos distintos al que generan los proyectos presentados. Es decir, se sigue prestando al que demuestra que no lo necesita.
Es necesario, por lo tanto, entender las limitaciones del modelo actual y empezar a aplicar el modelo Grameen Bank (hay que aplaudir el convenio Sarmiento Angulo-Grameen Trust). Esa debe ser la gran meta de una segunda etapa de la B. de O. Es muy sencilla la conversión del microcrédito y la bancarización en instrumentos de lucha contra la pobreza. La esencia del mensaje de Yunus es Crédito continuado, para que acompañe los requerimientos de acumulación y la generación de capacidades, según la terminología de Amartya Sen. Una nueva filosofía de la B. de O., basada en la confianza a los de abajo, es el camino que soñamos cuando le propusimos al presidente Uribe un sistema financiero al servicio de los pobres (agosto 17/2005).
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