sábado, 6 de junio de 2009

La real casa Borbón

Por Álvaro Valencia Tovar

El Colombiano, Medellín

Junio 6 de 2009

Cuando todavía se estudiaba historia en nuestros planteles educativos, el apelativo Borbón tenía para nosotros una connotación despectiva. Lo ligábamos con el favorito de la reina casquivana doña María Luisa de Parma y, aunque sin entender del todo el trasfondo de ese favoritismo, barruntábamos que algo tenía que ver con la cornamenta de ciervo canadiense que lucía en la frente, sin mayor contenido cerebral, del bobazo de Carlos IV. La simpatía que nos despertaba Fernando Séptimo, el Deseado, heredero del trono, se extinguió con los melancólicos episodios de abdicaciones que en Bayona acabó poniendo el trono de España en manos de José, bautizado por los chapetones como Pepe Botellas. Por otra parte, aquello de Borbón consonaba demasiado con una palabrota que los niños bien no se atreverían a pronunciar ni siquiera en familia.

Vendría después la Reconquista, cuando el Deseado recuperó el trono y envió la expedición punitiva al mando de don Pablo Morillo, benévolo en Venezuela hasta sufrir en isla Margarita la traición de Arismendi, con degüello de la guarnición peninsular que había confiado en su palabra al rendirse al Pacificador Morillo, que sitiaba ya las murallas de la Ciudad Heroica. Los patíbulos, los fusilamientos, los Tribunales de sangre segaron despiadadamente lo más preclaro del criollismo rebelde, que habría podido recuperarse por otros medios.

La conducta atrabiliaria y feroz del propio Morillo y de su sucesor, el amargado Virrey Sámano, que no perdonaba lo acaecido el 20 de julio de 1810, cuando el tímido virrey Amar y Borbón -de nuevo el apelativo con su consonante impronunciable en público- le impidió disolver a culatazos la efervescencia popular en la Plaza Mayor.

Allí el desprecio por cuanto fuera Borbón, se transformó en odio persistente que duró más de un siglo y acompañó con regocijo la caída de Alfonso XIII, otro Borbón con deplorable consonante, no sólo inepto sino hemofílico.

Restaurada la monarquía con Juan Carlos, que reivindicó sabiamente la corona puesta sobre sus jóvenes sienes por el General Franco, la pareja real ganó el respeto afectuoso y cálido de su antigua colonia granadina. Su viril actuación ante el intento de golpe de Estado de la guardia civil, dibujó ante el mundo la silueta de un líder, cuya presencia democrática en el trono español pasó a ser símbolo de una nueva era.

En similar proceso de ganar adhesiones y simpatías, los Príncipes de Asturias, herederos de la corona, se ganaron el corazón de los colombianos, despojando el apelativo de Borbón de su malhadado consonante.

1 comentario:

Unknown dijo...

Entonces, -como hacía la corona en otros siglos- cambiemos las leyes para nuestro provecho. Porque, ¿qué harían los parásitos del estado sin el pueblo que lo subvenciona?

www.nicolasespositochedel.com