domingo, 14 de junio de 2009

La violencia, esa otra epidemia

Editorial

El Colombiano, Medellín

Junio 14 de 2009

Una leve caída en el número total de muertes violentas en el país, pero con un repunte en las principales ciudades, nos lleva a pensar en la necesidad de insistir y persistir en el tema de la seguridad, con recursos y políticas, para frenar una epidemia mortal que requiere de cuidados intensivos.

El país se asombra, con razón, cada vez que se publican los informes consolidados sobre criminalidad. Las cifras muestran que la violencia, como un fenómeno sociológico de las grandes ciudades, más que como fruto del conflicto armado, se resiste a desaparecer pese a los recursos invertidos, programas y políticas.

Y también nos dicen que estamos ante un problema de salud pública con alta incidencia para el presente y el futuro del país, con resultados más graves que cualquier otra epidemia o causa de muerte, no solo en términos de vidas humanas, principalmente de jóvenes, sino en los costos sociales y económicos asociados.

El Instituto de Medicina Legal y el Fondo de Prevención Vial reportaron que durante 2008 se registraron en Colombia 26.958 muertes violentas. Uno de los datos que más llamó la atención es que en el país se producen más muertes por riñas y venganzas personales que por la delincuencia criminal, como fruto de una pérdida de valores, entre ellos, el valor de la vida misma. Las peleas entre familiares y vecinos o con intervención de personas desconocidas son la problemática con mayor registro en Colombia. Cada día se producen, en promedio, 348 riñas con muertos o heridos.

La calle está dura y no solo en el tema de los asesinatos por diversas causas, y ante todo por la proliferación de armas de fuego (involucradas en casi el 80 por ciento de los casos), sino también por lo que pasa con los accidentes de tránsito, producidos principalmente por exceso de velocidad y consumo de licor y de drogas, una mezcla que acabó con la vida de 5.670 personas.

Debido a la acción desplegada por el Gobierno, a través de la política de Seguridad Democrática, desde hace seis años el número de muertes violentas ha venido mostrando menores niveles. De hecho, en 2008 se presenta la cifra más baja de homicidios (15.250), con una tasa de 34 por cada 100 mil habitantes. Sin embargo, no deja de ser preocupante el repunte registrado en Bogotá, Cali, Medellín, Pereira, Barranquilla, Bucaramanga y Cúcuta.

Con una problemática social similar a la de otras capitales, Medellín sufre además los efectos de una guerra entre bandas por el control del narcotráfico. Los homicidios pasaron de 788 en 2007 a 1.066 en 2008. Entre enero y mayo de 2009 se han presentado 716 casos frente a los 389 del mismo período del año anterior. Toda muerte es muy sensible, pero más si se tiene en cuenta que el 60 por ciento de estos homicidios corresponde a personas entre los 18 y los 35 años.

Obviamente esta situación tiene preocupadas a las autoridades locales y nacionales. Y son varias las estrategias emprendidas con el concurso de la Policía Nacional, con la cual la Alcaldía de Medellín acaba de firmar un convenio por 30 mil millones de pesos para fortalecer los sistemas de seguridad y el pie de fuerza.

No sobra reiterar que se requieren similares esfuerzos en todos los municipios del Valle de Aburrá para que, como en el caso de la capital antioqueña, se trabaje mancomunadamente con la fuerza pública. Además de la construcción de nueve CAI periféricos, dos puestos de carabineros y cinco estaciones de Policía, se están implementando modernos sistemas de control y de comunicación.

La tarea es compleja, pero no se puede desistir. Y habrá que seguir insistiendo en políticas preventivas desde la educación, así como en acciones relacionadas con el control de armas, el fortalecimiento de la justicia criminal, la reducción de los factores de riesgo entre los jóvenes y, ante todo, en la política de convivencia y de recuperación de valores y del capital social. Esta clase de epidemias de muerte requieren tratamientos y cuidados intensivos.

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