domingo, 2 de agosto de 2009

Los lacayos de Madrid

Salud Hernández-Mora

El Tiempo, Bogotá

Agosto 2 de 2009


Causa indignación la actitud mendigante y obsequiosa del ministro español de Exteriores, el infausto Moratinos, en su reciente visita a Caracas. Se graduó de aventajado lacayo de Hugo Chávez, complaciente receptor de sus caramelos envenenados. Atrás dejó el atropello que sufren ciudadanos españoles que llegaron a Venezuela hace decenios en busca de un futuro. Chávez les arrebató las tierras sin compensarles, además de las compañías ibéricas que nacionalizó cuando quiso. Pero Moratinos y su señor Zapatero perdonan al coronel porque entregó a tres grandes firmas de la península Ibérica unos contratos que les arrebatará cuando le provoque.

Sueno cansona, pero no dejaré de repetirlo: Hugo Chávez, que luce el sello indeleble de los sátrapas, es una amenaza para la estabilidad regional y un peligro para sus compatriotas. Por muchos dólares que regale en estos años de crisis profunda, nada justificará entronarle en el Olimpo.

Causa escozor pensar que en las mismas fechas en las que amenazaba con asfixiar a miles de colombianos que perderán su trabajo por su bloqueo comercial, el ministrillo español alardeara de amistad profunda y eterna, de respaldo inquebrantable de España a un régimen bananero que subyuga a su gente y castiga a su vecino.

Chávez mantiene varios frentes abiertos porque su estrategia política está sustentada en la confrontación perenne y en el poder de los petrodólares. Empujó a Honduras hacia el abismo y cuando empieza a cansarse del peón Zelaya, arremete con dureza contra Colombia.

A ver si esta vez aprendemos. Me lo dijo en Tegucigalpa Juan Ramón Martínez, un analista respetado, miembro de la Academia de la Lengua Hondureña: "Chávez es un alacrán, no por malo sino por alacrán".

A ellos les metió el veneno en las entrañas y convirtió a un político diletante en un calco de su histrionismo. No buscaba Chávez mejorar el pequeño país centroamericano, bastión de grandes conglomerados de una pocas familias feudales, sino extender su imperio bolivariano de tontos útiles.

Es tan hábil el caudillo del disfraz de militarote, que dinamitó la CAN, convirtió la OEA -que tanto denostaba- en uno de sus juguetes rotos y seguirá depredando cuanto organismo pueda cruzarse en su camino.

¿Tiene alguna lógica que la comunidad internacional se ensañe contra un país pobre, insignificante en el concierto mundial, como es Honduras, mientras ignora las dentelladas chavistas a la Constitución de Venezuela? No se atreven a llevarle la contraria y, como he repetido aquí otras veces, Chávez les midió a todos el aceite. Conoce bien la hipocresía europea, capaz de irse lanza en ristre contra naciones que no le significan perjuicio alguno a sus economías, mientras permite que el petrolero bolivariano atropelle libertades y derechos.

Tampoco comprendo que los líderes de Unasur -Chile y Brasil- pretendan meter sus narices en nuestros asuntos. No tienen por qué tratar en el pleno de esa entidad una cuestión que no les incumbe, como es el acuerdo militar USA-Colombia. Se trata de un asunto interno y si tanto les preocupa, podrían comenzar por analizar a fondo los santuarios guerrilleros en Venezuela o la creación en ese país de un ejército popular de un millón de efectivos o el brutal rearme de sus FF.AA. Chávez amenazó con tanques en nuestra frontera, con reinstalar a Zelaya a la fuerza con sus efectivos militares y con armar a sus fieles para resistir los embates de los que piensan distinto. Y Obama no ha dicho nada de atacar a nadie desde las bases colombianas. Una cosa es que a muchos no nos gusten esos pactos militares y otra que sea materia de discusión pública externa.

Pero como Chávez controla ya muchos votos en la OEA y José Miguel Insulza los necesita para su reelección; como Brasil tiene mucho que ganar en nuestra pelea y como otros buscan que derroche el dinero de los venezolanos en sus propios países, hay que agachar la cabeza. Nadie quiere renunciar a las ayudas obscenas del golpista.

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